Un dibujo de Verónica
Sobre la poética de Verónica Pérez Arango.
“Velloncito
de mi carne
que
en mi entraña yo tejí
velloncito
friolento,
¡duérmete
apegado a mí![1]
En
la obra poética de Gabriela Mistral se observa una preocupación obsesiva por la
maternidad, expresada a partir de imágenes –directas o indirectas– relativas a
la fecundidad.[2]
La poeta construye, en muchos de sus versos, un dibujo de su imposibilidad, que hiende el
ámbito de los elementos físicos –la leche, el agua, las entrañas– y el de las
acrobacias simbólicas en torno a la concepción.
Este
tipo de experiencias no siempre aparece en la poesía de un modo tan categórico
y, en este caso –por razones lógicas–, sufriente. Diversamente, en Un dibujo del mundo, Verónica Pérez
Arango traza un muestrario del universo cotidiano de una vida, atravesada por
la vivencia de ser madre y la necesidad de ordenar la profusión de sensaciones
que ello acarrea. El yo poético nombra, organiza, clasifica, detalla momentos
con la pericia de un retrato realista y, a partir de un ritmo ininterrumpido,
les da movimiento, luego los desarma a su manera: les da vida. La poesía es,
entonces, su modo de ordenar el mundo, tal vez su única gramática.
En
este sentido, la voz poética de Un dibujo
del mundo contempla los sucesos con la misma delicada distancia; sean una
evocación del verano, una enumeración de dichas o la sórdida pregunta tras el
naufragio. La intensidad de los versos no está dada por la experiencia fresca
–no es un desahogo–, sino una elaboración meditada de la realidad. Pérez Arango
no narra enlodada en la alegría ni en la tristeza sino que –ajena a ansiedades–
sale del lodo, se enjuaga los ojos y recién ahí toma su lápiz y dibuja lo
sucedido. Con esa suerte, puede ordenarlo en un poema.
Así:
“Las fotos que saco desde que soy chica
mienten
la luz y el color.
Todos saben que los cuerpos
pueden estar
adentro o afuera del choque
entre las cosas.
Mis imágenes registran algo
que se desvanece
como mi cara
a medida que cambia
la intensidad del sol”
A
diferencia de lo explicitado en Mistral, en Pérez Arango la maternidad no es
una cuestión sufriente ni una obsesión temática. Muy al contrario, es
simplemente un momento de reflexión que la convoca a darle un orden al mundo:
sus poemas ilustran una pluralidad de acontecimientos pasados y presentes que
no se circunscriben a esa etapa. Es decir, la maternidad no es un tema, es el
cristal a través del que observa. La riqueza del libro se encuentra en su
multiplicidad temática, que a la vez importa un universo de lecturas posibles,
lo que lo erige como un ejemplo paradigmático de lo que concibe el lenguaje
poético, tal como lo explica Julia Kristeva[3].
El lector halla, así, una diversidad de voces –intertextualidades, influencias–
que puede recuperar y hacerse, finalmente, de su acabada y propia percepción
del dibujo que la autora propone.
Así:
“Un
letargo vive
estos días el niño. Escondido
bajo la frazada deja el cuerpo
quieto como si ya no
viviera,
los
párpados pesados
no comunican los senderos del agua
ni alimentan las imágenes que pasan
velozmente como caballos desbocados
que
vienen a salvarlo”
El
yo poético, movido por la curiosidad, intenta ordenar el mundo pero no siempre
lo logra, entonces pregunta.
Así:
“ ¿Quién es quién
en este juego alguien
sabe
reconocerse propio y
libre
al
mismo tiempo?”
Juana
Roggero sostiene (en el texto leído en la presentación de Un dibujo del mundo) que “quizás sea la curiosidad una manera de
seguir haciendo pie”. Quizá la curiosidad –que siempre se da como
interrogación– importa una búsqueda de explicaciones, que las encuentra en el
quehacer poético. Lo sorprendente de la poesía de Verónica Pérez Arango es su
carácter ambivalente: no se aleja de la afamada máxima que advierte que la
poesía no debe explicar sino mostrar y, sin embargo, hace ambas cosas, pero a
destinatarios distintos. Su poesía –plena de hallazgos sensoriales– es una
variopinta muestra para el lector pero constituye, para el yo poético, toda una
explicación del mundo.
Encuentro
muy valioso que esa inmanencia explicativa no se manifieste con la misma
intensidad en todos los poemas sino que responda a una suerte de cadencia, de
matemática interna, que calcula en qué momento y lugar exactos la aparición de
la pregunta no se vuelve un desliz sino un artificio; puesto que –como bien
dice Barthes– el texto no es isótropo.[4]
Para
observar el recorrido de la voz poética, es importante destacar que en el año
2009, la autora publica Camping[5].
Se observa, ya en este libro, la conexión de la poesía con la experiencia
personal. En este caso, el disparador es la convivencia en un camping y todas
sus implicancias: la cercanía absoluta con la intimidad más elemental de los
cuerpos, las manifestaciones volátiles del clima, la fugacidad de las
sensaciones ante la permanente necesidad de acción. Y siempre, la
incertidumbre.
Así:
“Acá no hay música
ni luz artificial.
Hay fantasmas.”
En definitiva, Verónica
Pérez Arango entiende al lenguaje poético como una ardua excursión hacia la
incertidumbre para retornar, a cuestas, con un puñado de certezas, como si no
se resignara a aceptar que, como dice Alda Merini, “Hay guerras que nosotros no
vemos. / Y no sentimos en el corazón.”[6]
Facundo D'Onofrio
Facundo D'Onofrio
[1] MISTRAL,
G., “Apegado a mí”, Canciones de cuna,
en Antología, Ed. Zig-Zag, Santiago
de Chile, 1953.
[2] Ver
“Presencia de la maternidad en la poesía de Gabriela Mistral” de D’ANGELO,
Giuseppe, Instituto Italiano di Cultura, Bogotá, en Thesaurus, Tomo XXII, núm. 2, 1967, disponible en Centro Virtual
Cervantes (cvc.cervantes.es)
[3] Ver
KRISTEVA, J., “Pour une sémiologie des paragrammes” en Tel Quel, nº 29, pág. 53 y sigs., París, 1967. (“Langage poétique
comme infinité”).
[4] BARTHES,
R., “Isótropo” en El placer del texto, Siglo
XXI Editores, segunda edición argentina revisada, Buenos Aires, 2008. Título original: Le plaisir du texte (1978)
[5] PÉREZ
ARANGO, V., Camping, Ed. Vox, Bahía
Blanca, 2009.
[6] MERINI,
A., “Paz (II)”, Después de todo también
tú, Vox, Bahía Blanca, 2007. Traducción de Delfina Muschietti. En el
original: “Ci sono guerre che noi non vediamo. / E non sentiamo nel cuore.”
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